Boletines informativos

Si hay una especie en nuestro ecosistema que viola la ley sistémica de dar y recibir, es la de los humanos. Y, sin ser plenamente conscientes de ello, pagamos el alto precio de una creciente sensación de vacío y de sinsentido. ¿Podremos arreglarlo alguna vez? En cualquier caso, hagamos nuestro mejor esfuerzo para al menos dejar la huella de un encantador intento de recuperación.

En estos días de silencio interior, recordaba a mi abuela, la madre de mi madre. Una mujer de carácter por la cual sentía mitad amor y mitad temor. Todos los años me quedaba varias semanas con ella en Delft, una ciudad holandesa muy famosa por sus canales. Ella era la mejor cocinera y yo era muy feliz porque podía aprender de ella. Un día decidí sorprenderla haciéndole un plato que había estudiado en el libro de cocina de mi madre. 

Isabel, una de nuestras hijas, nació el 2 de febrero del 2000. ¡Sin dudas una fecha muy especial! No sólo por la combinación mágica de los números 2 y 0, sino también porque el dos de febrero es el día en que se celebra Imbolc, la antigua celebración celta en honor a la fertilización de la tierra en el nuevo año solar. La palabra imbolg significa en irlandés antiguo "en el vientre" y se refiere al embarazo de las ovejas en esta época del año. ¡Ya viene pronto la primavera.. mientras tanto esperamos con entusiasmo el nacimiento de una nueva vida!

Alrededor de la noche más larga del año, los días se van haciendo más oscuros y muchos de nosotros nos sentimos invitados a la autorreflexión. Con el aumento de la oscuridad en la naturaleza, nosotros también descendemos a nuestra propia oscuridad profunda para ir al lugar donde nos escondemos fácilmente, donde expresamos nuestro dolor y nuestro deseo de almacenarlo de forma segura, no visible, para el mundo exterior, y donde podríamos ser no tan amables y no estar tan dispuestos al perdón como pareciera que lo fuéramos.

Todas nuestras experiencias ancestrales se unen en nuestro cuerpo. Este hecho puede ser tanto disruptivo como liberador. Cuando comenzamos a arrojar luz sobre nuestra historia, podemos encontrar que generosamente llevamos los restos del trauma de nuestros antepasados y su amarga esperanza en nuestro torrente sanguíneo con nosotros como si fuera sólo nuestra.